El Comienzo
El Instituto Michael de Nébadon nació a partir de la idea de un plan de negocios personal y empresarial de su Fundador, iniciado en 2015, que tenía como objetivo social accesorio la constitución de una fundación destinada a ejecutar proyectos sociales en beneficio de la comunidad humana en su conjunto, donde la mayor parte de las ganancias netas de su empresa, en cifras millonarias, serían destinadas.
Los Miedos Iniciales
En enero de 2017, debido a una decisión personal, el proyecto empresarial fue interrumpido por obstáculos burocráticos que, para resolverse, habrían requerido que su Fundador violara principios, valores y códigos, no solo morales, legales y éticos, sino también personales y espirituales.
Desde entonces, tras años de convivir con su propia conciencia y aceptar las consecuencias naturales de sus elecciones —como el abandono de su carrera y prestigios, además de la incomprensión y el distanciamiento de amigos y familiares—, comenzó a experimentar y vivir una vida sencilla, pero inmersa en la realidad diaria de una comunidad local.
Transformados en Desafíos
Siguiendo los pasos crísticos, viviendo el día a día de una comunidad local y comprendiendo las dificultades y problemas más comunes enfrentados por todos, independientemente de sus clases sociales, el Fundador vislumbró un camino viable para realizar la parte más importante de su proyecto empresarial original. Así, lo que antes era accesorio — la Fundación — fue transmutado y elevado a un lugar principal, dando origen al Instituto Miguel de Nebadon.
Siguiendo al maestro
Basado en la conciencia del amor incondicional y en las directrices de las enseñanzas de Jesús, el Fundador aportó, en el vientre del Instituto Michael de Nébadon, los engranajes estratégicos de una empresa de inversiones, donde en lugar de generar riquezas patrimoniales y beneficios monetarios para él mismo y para sus socios, los resultados serán 100% aplicados y reinvertidos en beneficio de la propia comunidad humana, entidad inversora, de la cual todos somos parte.
El Fundador es, ante todo, un voluntario a tiempo completo del Instituto, aportando no solo sus riquezas personales—materiales, intelectuales y profesionales—sino también el 100% de su tiempo, el más valioso de todos sus bienes personales.
Este es un compromiso personal del Fundador con Dios, y estará al servicio de la comunidad humana hasta que sea llamado a regresar, dejando todo preparado y organizado para que el proyecto del Instituto Michael de Nébadon continúe para las generaciones futuras.
Este es el resultado
Nebadon²
La empresa de inversiones creada por el Instituto Michael de Nébadon para atender las demandas de la comunidad humana local.